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"Las Puertas de Amalec"

miércoles, 6 de enero de 2010

Fulcanelli y la teoría de Igor Panarin

 En referencia al artículo anterior denominado "IGOR PANARIN: ¿ESTADOS UNIDOS DESMEMBRADO?", he recordado un texto que va también en esa misma dirección.



El fragmento que sigue se ha extraido de la tercera obra escrita, ¿aprócrifa?, pues hay opiniones en todos los sentidos sobre si es o no el texto original retocado (¿?), de Fulcanelli, quien la hizo desaparecer antes de su edición allá por los años 30, y que sorprendentemente reapareció de forma misteriosa en julio de 1999. (fue enviada por el propio autor (!!) por correo a un editor relacionado con Canseliet)





La obra escrita de Fulcanelli es universalmente conocida, fue editada y difundida a través de su diiscípulo Eugenio Canseliet, quien falleció en 1982 sin haber revelado jamás la identidad real del Maestro.









EUGENE CANSELIET







Fulcanelli, para quien no lo sepa, fue un Adepto (título ostentado por los Artistas que han realizado con éxito las operaciones alquímicas que conducen a la obtención de la Piedra Filosofal), quizás el único reconocido universalmente como tal en el siglo XX. Ocultó bajo ese pseudónimo su identidad, que aun hoy sigue siendo un misterio y origen de controversia, sobre el que se han escrito miles de páginas.





El Adepto en sus escritos hace gala de una erudición extraordinaria.









FIRMA DEL ADEPTO FULCANELLI







Su primera obra fue editada en 1925, bajo el título original "El Misterio de las Catedrales", hoy en dia es considerada una joya clásica de la literatura alquímica.







ILUSTRACIÓN DE JULIEN CHAMPAGNE DE 1910

 PARA LA PRIMERA EDICIÓN

DEL MISTERIO DE LAS CATEDRALES







Le siguió otro texto extraordinario, quizás más ambicioso, para el amante del Arte, titulado "Las Moradas Filosofales", otra obra monumental.





Por último escribió una tercera y última obra, "Finis Gloriae Mundi", El Fin de la Gloria del Mundo, que jamás llegó a publicarse ya que Fulcanelli, según refirió Canseliet años más tarde, se la reclamó antes de su edición para impedir que saliera a la luz.





Con respecto al texto que nos ocupa encontramos la siguiente referencia de Eugenio Canseliet en la segunda edición de "Las Moradas Filosofales", en el primer párrafo del prefacio que escribio en 1958, el cual reproduzco:





"las moradas filosofales, que de nuevo tenemos el honor de presentar, no debía ser el último libro de Fulcanelli. Existía una tercera parte bajo el título de "Finis Gloriae Mundi" (El Fin de la Gloria del Mundo) que su autor retiró, y que habria transformado su tarea didáctica en la más extraordinaría trilogia alquímica".











 "FINIS GLORIAE MUNDI"

PINTURA DE JUAN VALDÉS LEAL











"in ictu oculi". (En un abrir y cerrar de ojos)







JUAN VALDÉS LEAL - SEVILLA (1622 - 1690)







Se trata principalmente de un análisis simbólico-alquímico del cuadro pintado por Juan Valdés Leal en el s. XVII, que se conserva en el Hospital de la Santa Caridad de Sevilla.









HOSPITAL DE LA SANTA CARIDAD (SEVILLA)









La erudición del autor resulta cuanto menos arrolladora, pero pasemos a leer el texto:







“………..La aplicación forzada de la Tabla de esmeralda tal como la hemos visto desarrollarse desde hace medio siglo, nunca ha tomado en cuenta el adagio alquímico según el cual todo es viviente. Al contrario, es la vida la tratada como una cosa inerte o como algo mecánico. Por ello dudamos que los demiurgos hayan sacado la lección necesaria de las resistencias que no ha cesado de oponerles su materia, trátese de los elementos de la naturaleza o de las sociedades humanas. La unificación política del planeta, su primera etapa, no se ha producido en mayor medida cuando la creación de la ONU que hoy mismo, cuando la estaban esperando de la noosfera impuesta por ellos, pese a sus esfuerzos por mezclar los pueblos, haciendo tabula rasa de las identidades culturales, con un olvido tan voluntario como insidioso de la Historia anterior al pistoletazo de salida de su proyecto, a saber, antes de 1914. Incluso asistimos ^a contrario -y este movimiento no cesará de profundizarse- al resurgimiento de la memoria propia de los pueblos. La unión planetaria se hará un día, sin duda al fin de la presenta era; pero será sinfónica y no monódica, y más espiritual que política.





Paralelamente a la Tabla de esmeralda, los falsos demiurgos utilizaron otros textos alquímicos sin comprenderlos mejor. ¿Por qué el presidente Truman quiso la guerra fría, que por entonces no deseaba Stalin1, sino porque sus consejeros habían leído los comentarios al combate de las dos naturalezas cuando la apertura de la materia?





¡Lástima que no hubieran seguido la lectura hasta el final! No hay vencedor en esta lucha hermética; ambos adversarios, extenuados y destruidos, dejan el sitio a los cuerpos nuevos y vigorosos que recogen ambas herencias. Pero no quisieron ese retoño; apostaron a ganador, América, pensando que con su victoria se insuflaría las energías vitales y los recursos de una Rusia extenuada (como lo da a pensar una primera lectura del combate de la Rémora y la Salamandra, descrito por Sabino de Cyrano Bergerac2) y sería ella misma el viejo atleta y el joven brote. No han logrado in fine sino levantar a todos los pueblos contra este insolente vampiro. Si hubiesen alcanzado el verdadero fin del combate, ni Rusia ni los Estados Unidos, o más exactamente, ni la economía de estado ni el capitalismo habrían sobrevivido al día de hoy. Se habrían hundido ambos para dar lugar a un modo de intercambio y producción enteramente nuevo, del que nadie habría sabido imaginar las formas.





Tales acontecimientos ya han ocurrido a lo largo de la Historia. Roma, perpetuada como Bizancio, y Persia, se afrontaron hasta agotar recíprocamente sus fuerzas.



Sobre la ruina de sus imperios antagonistas pudo crecer la maravillosa civilización árabe, que resplandeció hasta el siglo XVII y contó con tantos artistas y sabios antes de su presente decadencia. También el imperio romano surgió de la destrucción mutua de Cartago y de la República de Rómulo. Por no haber comprendido esta necesidad del arte, América se prepara el destino de la orgullosa Asiría, contra la que se revolvieron coligados los pueblos oprimidos y saqueados y que, pese a su aparente poderío, debió ceder su lugar a los Medos.Sin embargo, el cuento bíblico de Jonás nos enseña la alternativa menos peligrosa que se ofrece: volver a la humildad, el abandono voluntario de la preeminencia. La asiría Nínive no cedió por desgracia a los avisos divinos sino en este relato imaginario, que, como sabemos, fue colocado en las Escrituras para invitar a las futuras potencias a un mayor discernimiento.







Al menos es el destino que le acecha si consigue sostenerse. Ya hemos visto que los demiurgos le han asignado el cometido de las águilas. De acuerdo en este punto con todos los autores, Filaleteo limita sus vuelos a siete o a nueve. Incentivar más esta fase no conduce sino a la pérdida tanto del sublimado como del compost. Si la equivalencia simbólica que ello han impuesto es un mínimo operativa, el obstinarse a promover a los Estados Unidos por encima de las demás naciones no nos llevará sino a su fragmentación, ya que el alma egregórica del Estado federal no podrá mantener más lejos su cohesión. Por lo tanto, debiéramos asistir a la dispersión de los Estados que lo componen, y vamos ya viendo las señales precursoras con la formación de un movimiento independentista en Texas. Conducida demasiado mal, la experiencia lleva seguramente a la explosión del crisol, y ya lo estamos viendo usurarse.







Además podemos predecir esta fragmentación por otra vía. Cuando la Guerra del Golfo, se concibió el modelo estratégico para realizar con artificio la profecía del Ángel Gabriel en el octavo capítulo del Libro de Daniel: «Un macho cabrío viene de Occidente sobre la faz de toda la tierra sin tocar la tierra. El chivo tiene un cuerno que sobresale entre los ojos»1, y aplasta al ciervo o al carnero de la visión sin que este último pueda resistirse ni encontrar salvación. Sin duda era preciso que ese carnero de arrogante crecimiento representara a Babilonia. Daniel precisa que su visión tuvo lugar en Susa, y que el animal se encontraba sobre la otra orilla del río Ulai, actualmente el río Karun, es decir, en Persia. Incluso si ese río se junta hoy con el Tigris y el Eufrates en un delta común, la orilla opuesta a Susa1, hasta la confluencia, se encuentra en Irán y no en Irak. Es cierto que el nombre del río Ulai significa en lenguas semíticas el devastador y que, en el salmo 136 Babilonia se ve calificada de devastadora. Admitamos como aceptable esta lectura cabalística, pese a que la consideremos muy dudosa. La continuación de la profecía, sin embargo, tendría que haber dado de qué pensar a los estrategas que vieron en el pequeño Irak la encarnación de la Babilonia del Apocalipsis: «Mientras que él [el chivo vencedor] se fortifica, se parte el gran cuerno, y en su lugar brotan cuatro cuernos apuntando a los cuatro vientos del cielo».



Nadie juega impunemente con los símbolos activos. En los escritos y pinturas de la antigüedad, el cuerno ha designado siempre el poder de crecimiento. Es por eso que se suspendía un bucráneo junto a los campos o en los dinteles de las puertas de las propiedades, o es la razón de representar a las diosas de la naturaleza teniendo entre sus brazos el cuerno de la abundancia, desbordante de frutos espigas y flores. Los comentarios del ángel Gabriel sobre el sentido de la visión evocan, a los ojos de un historiador, la conquista de Persia por Alejandro y la fragmentación de su imperio en los cuatro reinos helenísticos. Pero los modelos proféticos se inscriben fuera del tiempo histórico, aplicándose cuando se reúnen las condiciones necesarias, como ya lo hemos visto para el ciclo de las cuatro Edades. Conceder a los Estados Unidos el papel de chivo occidental, o, más exactamente, hacer de esta nación el cuerno que reúne a todas las fuerzas de la coalición, era, por la magia misma del símbolo, convocar sobre su cabeza a la cuádruple fractura. En la época de Alejandro, pasaron veinte años entre la victoria de Rabeles y el comienzo de la división del imperio, que duró todavía diez años. Nos debemos considerar tales números como intervalos absolutos; pero retengamos la rapidez con la que se rompe el cuerno único del macho cabrío, pues se realiza, tras el triunfo, en menos de una generación. Las reglas sucesorias para la elección del presidente de los Estados Unidos no preservarán su imperio secreto, ni su integridad, de las causas inscritas en los cielos angélicos. Los herederos de Alejandro no pudieron mantenerse, no por incompetencia o debilidad personal, sino porque les fue retirado el sello divino del poder, no pudiendo obtener de este modo el reconocimiento indispensable del alma de los pueblos.





Si bajo este punto de vista Europa es asimilable a la coalición macedonia, será la primera en retirarse de la zona de influencia americana. Por otra parte ya asistimos a los primeros estremecimientos de esta retirada, ya sea con la picrocolina1 guerra del buey y de la mostaza, o, más gravemente, con la decisión de construir un ejército independiente del Pacto Atlántico. Los demás reinos helenísticos fueron construidos alrededor de las capitales de Alejandro. Como América no transfirió las suyas fuera de su suelo, apostaremos razonablemente por New York, Chicago, Dallas o San Francisco.





No se rompe el cuerno del macho cabrío porque haya emprendido la conquista de las tierras del carnero, sino porque no supo moderar su rabia para destruirlo. Daniel dice: «El se amarga contra él». Los escritores que izaron la aventura de Alejandro a las dimensiones de epopeya, le reprocharon, todos ellos, la cólera ciega y ese desbordamiento del equilibrio que los griegos denominaban t>3pic¡, término que tanto significa la audacia como la insolencia, la injuria como los malos tratos, y que parece derivarse de uppog, la excrecencia. Es el más español, el exceso contra el que nos previene Juan de Valdés Leal. Si el artista no sabe medir el furor del régimen de Marzo por vía seca o breve, sólo obtiene la piedra quemada y prostituida, y además el crisol explota bajo la violencia de la operación. Cuando construían un imperio, los soberanos más sabios de la antigüedad tenían buen cuidado con respetar la distinción de las cuatro partes espaciales, correspondientes a los cuatro cuartos1 de las ciudades y a las cuatro funciones. De este modo, Sargón de Agade se hizo nombrar rey de las cuatro regiones. La unidad se hacía en el centro1, analo-gon de la quintaesencia.





Cuando su intronización, los reyes de Tara o del quinto reino de Irlanda, que tradi-cionalmente aseguraba la cohesión de toda la isla, posaban el pié sobre una piedra llamada Lia Fail. Si el impetrante era legítimo la piedra gritaba y se hendía, temporal y simbólicamente, en cuatro partes, representando a los cuatro reinos y a las cuatro islas del norte donde, según la leyenda, habían descendido los Thuata de Dañan. Después de una tal iniciación, el rey del centro nunca se permitía perder el sentido de su función unificadora y el respeto que debía a las cuatro partes de Irlanda. Pero si el u(3pic; del soberano le llevaba a olvidar el sentido de la centralidad, tendiendo a aplastar y uniformizar en lugar de unir, el exceso mismo de la cohesión que pretendía obtener, provocaba el retorno explosivo de esa cuatrinidad de la que desconocía provenir y haber surgido.



Verdaderamente, visto que América, dominada por la uppig de insolentes sopladores, se comporta en relación con los cuatro continentes como el mismo Alejandro nunca lo hubiera osado, descartando hasta la diversidad de estilos en el arte de vivir, sería pura justicia que padeciera el castigo que tiene a los Angeles como perfectos garantes, a menos que su pueblo no elija la alternativa caritativa ofrecida por Jonás"..

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